El gigante asiático es cada vez menos gigante. La resaca de la estricta política de hijo único aplicada durante décadas por Pekín, sumada a los cambios que afronta el país a nivel social, económico y cultura, han convertido las gráficas demográficas de China en curvas en caída libre, tan pronunciadas que la aproximan al incómodo invierno que tan bien conocemos aquí, en el viejo continente. Su trazado es claro. Sus efectos también. Por lo pronto China ha visto a lo largo de los últimos meses cómo su población se reducía por primera vez en más de seis décadas y la vecina India le arrebataba el puesto de nación más populosa del planeta.
Más que esos hitos, simbólicos a fin de cuentas, lo que inquieta en China son sus consecuencias: qué repercusiones puede tener el “pinchazo” poblacional.
¿Qué dicen las cifras? Que en términos demográficos, poco, muy poco, tiene que ver la China de hoy con la de hace 20 años ni por supuesto la de hace medio siglo. Las cifras son claras. Las tablas de Statista muestran que su tasa de natalidad se ha despeñado durante la última década, pasando de 14,6 nacimientos por cada mil habitantes de 2012 a solo 6,8 en 2022. Entremedias el país se las ha visto con el COVID-19, cierto, pero el dibujo descendente de su curva ha sido sostenido y apuntaba claramente hacia abajo ya en 2021, cuando la tasa estaba en 10,4.
El Bando Mundial nuestra otro gráfico igual de elocuente y que amplía un poco más el foco. Desde los 60 la tasa de fertilidad china se ha desplomado un 84%: de 7,5 nacimientos por mujer en 1963 se ha pasado a 1,2 en 2021. De nuevo la caída ha sido prácticamente sostenida a lo largo de las últimas décadas, con ligerísimos repuntes. Algo similar ocurre con el crecimiento poblacional, que pasó de moverse en cerca del 3% anual a comienzos de los 70 a situarse por debajo del punto porcentual con el cambio de siglo y pasó en 2022 a una valor negativo.
¿Hay otras perspectivas? Sí. En vez de analizar las cifras con un enfoque histórico, podemos verlas a la luz de qué ocurre en otras latitudes del mundo, incluida por ejemplo Europa. La lectura eso sí es más o menos la misma. Si nos fijamos en la tasa de bruta de natalidad, un indicador que muestra el número de nacimientos vivos de una población por cada mil habitantes, vemos que China se mueve en valores similares a los de buena parte de Europa, incluida España.
La tasa del gigante asiático es de 7,5, frente a al 7,1 de nuestro país, el 7,7 de Portugal o 6,8 de Italia. Nada que ver con el 16,4 de la India e Indonesia, el 15 de Vietnam o 9 de Tailandia. Y si bien sus resultados aún están por encima, China se aproxima cada vez más a los datos de dos países asiáticos con un grave problema demográfico: Japón, que anotó un 6,6; y Corea del Sur (5,1). En 2021 su distancia distancia con ellos era, respectivamente, de 0,9 y 2,4 puntos. Una década antes, en 2011, esa ventaja era bastante más abultada, de 5 y 3,9. El mapa era sensiblemente distinto en los años 60, cuando la tasa de natalidad del China marcaba 43,4.
¿Cuáles son las consecuencias? Las inmediatas ya se han dejado sentir. Y con una fuerte carga simbólica. A comienzos de año la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE) divulgó unas cifras que muestran que en 2022 el número de habitantes del país se redujo en 850.000 personas, un resultado histórico por varias razones.
Primero, porque supone el primer declive poblacional de la nación en más de 60 años. Hay que remontarse a 1961 y la Gran Hambruna que asoló el país entre 1959 y comienzos de los años 60 para encontrar un pinchazo peor. Segundo, porque si bien los expertos preveían un decrecimiento, se ha adelantado. “Estamos ante un punto de inflexión histórico”, aseguraba Yi Fuxian, experto en demografía china, a Asia Nikkei. Solo unos meses después llegaba el segundo mazazo demográfico y simbólico: el sorpasso de la India, al menos según las estimaciones de la ONU.
Pero… ¿Y a nivel social y económico? Esa es la cuestión clave, la que ya ha llevado a las autoridades del país ha lanzar un plan para incrementar la natalidad y buscar soluciones. El reto: paliar las consecuencias que tendría la pérdida de mano de obra y el envejecimiento de la población, con lo supondría para los servicios del Estado. Según datos recogidos por la BBC, la población en edad de trabajar ronda ahora las 875 millones de personas en China, algo más del 60% del censo nacional. Sin embargo, en 2021 el Gobierno ya daba por sentado una pérdida sensible de ese “músculo” laboral, con la pérdida de 35 millones en cuestión de un lustro.
¿Cómo de complejo es el desafío? “La estructura demográfica de China en 2018 fue parecida a la de Japón en 1992. Y en 2040 será similar a la de Japón en 2020”, comentaba Yi Fuxian, de la Universidad de Wisconsin-Madison, a la cadena británica: “Para 2031-2035, a China le irá peor que a EEUU en todas las métricas demográficas y en términos de crecimiento económico”. Las consecuencias van más allá y afectan a puntos tan sensibles como el sistema de pensiones del país.
El Ejecutivo ya intenta buscar soluciones para, por ejemplo, reducir los costo de la crianza, pero su situación presenta diferencias importantes con respecto a Japón o Corea del Sur: quizás sus indicadores demográficos aún no sean como los de estas dos naciones vecinas, pero la situación del país también es diferente. “China está envejeciendo antes de hacerse rica, ni siquiera tiene recursos financieros para seguir completamente el camino de Japón”, abunda el experto.
¿Cuáles son las causas? Si las consecuencias del pinchazo demográfico son complejas, sus causas no lo son menos. Una evidente es la política del hijo único aplicada durante décadas con firmeza por Pekín. La medida se diseñó para evitar la superpoblación entre 1980 y 2016, cuando las autoridades permitieron hasta dos retoños por pareja, un primer paso al que han seguido otros y que les llevó en julio de 2021 a anunciar que las familias podrían tener tantos vástagos como quisieran.
Detrás del cambio demográfico hay sin embargo muchos más factores, como prueba que el repunte de nacimientos que siguió al levantamiento de la política del hijo en 2016 fuese algo puntual que no sirvió para corregir la tendencia. El motivo: el fenómeno responde a factores culturales, sociales y económicos. Hace dos años una encuesta de la Liga de la Juventud Comunista de China mostraba por ejemplo que más del 40% de las jóvenes que residían en urbes no tenían planes de casarse. Hay quien señala incluso que, a diferencia de lo que ocurría hace décadas, tener un solo hijo o incluso no tener ninguno se ha convertido en “la norma social”.
Imágenes: Alexander Schimmeck (Unsplash) y The World Bank
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La noticia Los últimos datos demográficos de China no ofrecen dudas: ya pisan el inquietante terreno de Japón y Corea fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .