Si viajas a Seúl y entras en algún restaurante de cocina tradicional quizás te encuentres en el menú con el boshintang, una sopa preparada con carne guisada, especies y verduras muy popular durante los meses de más calor. Desde hace un tiempo ese peculiar guiso caldoso ha dejado de ser sin embargo un simple remedio contra la canícula, un eficaz vigorizante —como sostienen algunos surcoreanos— y un plato tradicional para convertirse en epicentro de un agrio debate político que mantiene enfrentados a los legisladores, ganaderos y animalistas del país.
El motivo: esa carne guisada que ves flotando en el cuenco de boshintang no es de vaca, ni pollo, ni cerdo, ni pato, ni conejo… No, es de perro.
De buen amigo a mejor manjar. Su fidelidad, inteligencia y carácter les ha valido a los perros el título de “mejor amigo del hombre”. En parte de Asia hay sin embargo quien aprecia más otra de las cualidades de estos animales, una bastante más terrenal: el sabor de su carne. Aunque en Europa la idea quizás no nos resulte demasiado apetitosa, hay países en los que se consideran todo un manjar.
Human Society International (HSI), una asociación que vela por las condiciones que reciben los animales de compañía y de granja, recuerda que el comercio de la carne de perro está extendido por China, Filipinas, Vietnam, Camboya, Indonesia, Laos y la India, además de en ciertos países africanos, como Ghana, Camerún o el Congo. A la hora de abordar la situación de estos animales condenados al consumo subraya sin embargo las “condiciones espantosas” que afrontan en una nación en concreto, una en la que, asegura, se crían “de forma intensiva”: Corea del Sur.
Apagando los fogones. Allí, en Corea del Sur, es más o menos popular el boshingtang y el consumo de nureongi, un perro tipo Spitz. Y allí se ha dado un intenso debate sobre la venta de esta carne en el que se mezclan argumentos éticos, culturales y económicos. Las autoridades llevan tiempo estudiando la posibilidad de prohibir su consumo y en 2021 el entonces presidente, Moon Jaen-in, incluso anunció un grupo de trabajo que trabajaría en la medida. Es ahora sin embargo, durante el mandato del conservador Yoon Suk Yeol, cuando la discusión parece a punto de zanjarse definitivamente. Al menos a nivel legislativo y político.
Su gobierno se ha propuesto prohibir el consumo de estos animales. Y ya ha movido ficha para lograrlo. De hecho tendría tan avanzado el trabajo que Jaen-in y su equipo esperan lanzar la nueva normativa en breve. “Planeamos promulgar una Ley Especial para prohibir la carne de perro dentro de este año con el propósito de abordar el problema lo antes posible”, anunciaba hace unos días Yu Eui-dong, del partido gobernante, tras una reunión con técnicos del Ministerio de Agricultura y representantes de grupos animalistas. El veto se haría efectivo en tres años, con lo que si la norma se aprueba en diciembre entraría en vigor en 2027.
Ni rápido, ni tranquilo, ni sencillo. Que el debate lleve tantos años sobre la mesa da una idea de lo complicado que es. No tanto por la división de opiniones en la sociedad surcoreana como sí por lo que está en juego. El año pasado la empresa de investigación Gallup Korea publicó una encuesta que muestra que cerca de dos tercios de los encuestados (64%) estaban en contra del consumo de carne de perro y —aún más elocuente— que solo el 8% reconocía haberla probado a lo largo de los 12 meses anteriores. El dato es interesante tanto por su volumen como por la tendencia que refleja: en 2015, ese mismo porcentaje alcanzaba el 27%.
Otro indicador del punto en el que se encuentra el debate es que el principal partido de la oposición está colaborando en las leyes que prohibirán el consumo de carne de perro. Así lo refleja South China Morning Post (SCMP), que habla, eso sí, de diferencias entre ambas formaciones: mientras los conservadores quieren penas máximas de cinco años de cárcel y multas de 38.000 dólares para quienes se salten la norma, el Partido Democrático de Corea rebaja los castigos a tres años de cárcel y sanciones de 23.000. “Tanto en el país como el extranjero hay apoyo y consenso, así como del partido de la oposición”, garantiza un funcionario a Reuters.
¿Consenso total? No. La medida se ha encontrado con el rechazo frontal de quienes viven de la cría de canes para consumo, ganaderos que ven amenazado su modo de vida y denuncian que la futura ley limitará la libertad de los surcoreanos para decidir cómo y con qué se alimentan. Aunque el Gobierno plantea hacerles el cambio más llevadero con un período de gracia de tres años y se ha comprometido a dar un “apoyo total” a los negocios perjudicados por acatar las nuevas medidas, los ganaderos aseguran que difícilmente lograrán encarrillar su actividad.
“Si tengo que cerrar, con mi situación financiera actual, no hay respuesta a lo que puedo hacer”, explica a Reuters Lee Kyeong-sig desde una granja con 1.100 perros situada a las afueras de Seúl. Él personalmente lleva 12 años dedicado al negocio y la iniciativa del Ejecutivo le parece “repentina”. Otros, como Nam Sung-gue, dueño de un restaurante que lleva tres décadas sirviendo boshintang, consideran que el veto sería injusto y “quitará libertad” a sus clientes. Dados que platos así parecen cada día menos populares en Corea del Sur, hay quien directamente aboga por dejar que el sector se mantenga unas décadas más, mientras siga habiendo una demanda que parte principalmente de consumidores de más de 50 años.
Dos millones de perros. Si hay una voz que ha destacado en el rechazo a la ley es la de Joo Young-bong, responsable de la Asociación de Productores de Carne de Perro de Corea. Con el debate aún vivo ya ha advertido que si la ley sale adelante Seúl podría enfrentarse a un serio problema. ¿Por qué? El colectivo está dispuesto a dejar patente su malestar a lo grande, liberando en diferentes barrios de la capital cientos de miles de canes. Young-bong habla de varios millones.
“Estamos tan indignados que estamos hablando de liberar dos millones de perros de los que estamos criando cerca de la oficina presidencial, la casa del ministro de Agricultura y las oficinas de los legisladores que han presentado los proyectos de ley”, advierte el portavoz de los criadores, y reivindica: “Comer carne de perro no puede ser un delito como el tráfico de droga o la prostitución”.
El tamaño de la industria. La cifra quizás sorprenda, pero da una idea del tamaño del sector. Aunque las tablas de Gallup Korea muestren que el consumo de carne de can está lejos de ser mayoritario en el país, su demanda todavía sostiene un buen número de negocios. SCMP asegura que las estadísticas gubernamentales hablan de 1.150 granjas, 34 mataderos, 219 distribuidoras y 1.600 restaurantes que trabajan con este tipo de producto, pero Young-bong cuestiona las cifras y asegura que solo un pequeño porcentaje de las granjas respondió a la encuesta.
El sector habla de hecho de cifras bastante mayores, con 3.500 granjas y 3.000 restaurantes abocados al cierre. “La transición de nuestro trabajo de toda la vida es una opción difícil e insostenible para nosotros, ganaderos de entre 60 y 70 años”, lamenta el portavoz en declaraciones recogidas por The Washington Post. En el polo opuesto están quienes se han pronunciado claramente a favor de la urgencia de vetar la carne de perro. Y entre sus principales valedores hay una de las figuras más destacadas del país, la primera dama surcoreana, Keon-hee.
Imagen de portada: Korean K9 Rescue
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La noticia Corea del Sur planea prohibir la carne de perro. Así que los “ganaderos” amenazan con liberar dos millones en Seúl fue publicada originalmente en Xataka por Carlos Prego .