Aunque se lleva un par de semanas hablando de él en círculos de aficionados a los videojuegos indies y de terror, es ahora cuando la popularidad de ‘Don’t Scream‘ ha explotado. Se trata de un juego muy modesto, pero que está cobrándose una expectación fuera de lo común. Sus dos únicos autores hablaban hace unos días en redes sociales de que 110.000 personas lo habían apuntado a sus wishlists en Steam.
Solo hay una regla para este juego: no grites. Tienes que deambular por un bosque donde vas a presenciar fenómenos paranormales y donde vas a tropezarte con sucesos inexplicables y muy desagradables. Y no puedes gritar. Por supuesto, es sencillísimo hacer trampa, simplemente sin conectar el micrófono de tu PC, pero la experiencia total, según los desarrolladores, se obtiene con el micrófono enchufado y jugando completamente a oscuras y con auriculares.
El uso combinado de Unreal Engine 5 y la estética de cámara de vídeo que recuerda inevitablemente a ‘El proyecto de la bruja de Blair’ proporcionan al juego un acabado visual hiperrealista que hará las delicias de los aficionados al género de terror interactivo. La textura sucia y con grano propia de las cámaras domésticas de los noventa inyecta una atmósfera opresiva impagable a nuestro deambular por el bosque.
Eso sí, el juego está todavía en Acceso Anticipado y dura apenas 18 breves (pero intensísimos) minutos. Los desarrolladores prometen el juego completo para el primer trimestre de 2024, sumándole todo el feedback que obtengan de los jugadores en esta fase inicial. Según ellos, la versión definitiva tendrá sustos más trabajados, un lore más produndo, nuevas misiones, traducción a distintos idiomas, más zonas en el bosque para explorar y mejor rendimiento.
El Tyrannosaurus rex sigue en el trono como el gran depredador de todos los tiempos. De unos 12 metros de largo y casi seis metros de alto, podía ejercer hasta seis toneladas de presión con un mordisco de su poderosa mandíbula de 60 afilados dientes, capaz de partir un coche por la mitad. Sin embargo, para ser una de las bestias más temibles que haya existido en la Tierra, ha sido motivo de burla en interminables memes. Básicamente por una curiosa característica corporal: sus brazos cortos e inútiles.
¿Por qué eran tan pequeños? La ciencia ha llegado a varias teorías.
Los científicos llevan rompiéndose la cabeza para tratar de averiguar el misterio desde que el arqueólogo Barnum Brown desenterró el primer esqueleto completo de T. rex en 1904. Y claro, el enigma es aún más complicado de averiguar teniendo en cuenta que esta criatura tiene 68 millones de años. Aún así, no ha disuadido a científicos de buscar sus beneficios evolutivos. Las hipótesis van desde agarrar a la hembra durante el sexo hasta una solución para no morderse a ellos mismos. Lo que sí está claro es que sus antepasados tenían brazos más grandes, por lo que hay una clara evolución selectiva que hizo que sus extremidades se encogieran.
Algunos paleontólogos incluso proponen que los brazos no tenían ninguna función. Eran demasiado cortos, no podían tocarse entre sí ni llegar a la boca y su movilidad era tan limitada que no podían estirarse mucho, ni hacia adelante ni hacia arriba.
En 2022, una investigación de la Universidad de Berkeley liderada por el paleontólogo Kevin Padian y publicada en la revista Acta Palaeontologica Polonica, sugería que los brazos del tiranosaurio rex se acortaron con el tiempo para evitar la amputación accidental o intencional. De esa manera, cuando una manada de T. rex se reuniera sobre un cadáver para alimentarse con sus enormes cabezas y poderosas mandíbulas, no se cortarían sus propias extremidades en el proceso.
Imagina una cacería de esa magnitud y varios T. rex adultos pululando alrededor de la víctima desgarrando y triturando su carne. No sería ventajoso tener extremidades sueltas que también podrían sufrir cortes. Padian plantea la hipótesis de que la selección natural favorecía las extremidades anteriores más cortas, ya que los brazos eran de poca utilidad para los carnívoros. Sin embargo, se sabe que sus brazos eran bastante fuertes: los análisis han demostrado que el brazo de un T. rex podría levantar 181 kilos, a pesar de ser bastante inútiles en coordinación.
Henry Fairfield Osborn, quien describió y puso nombre al T. rex, planteó la hipótesis de que los brazos cortos podrían haber sido “abrazaderas pectorales”, extremidades que sostenían a la hembra en su lugar durante la cópula. Algo parecido a los broches pélvicos de algunos tiburones y rayas, que son aletas modificadas. Pero no hay evidencia al respecto. Además, las hembras tienen las mismas extremidades y los brazos están muy cerca del cuerpo, por lo que no está claro cómo serían efectivos para sostener o rodear a otro animal tan grande.
Otros científicos han teorizado sobre la posibilidad de que los brazos se se usaran como palanca para que T. rex se levantara del suelo en caso de caída. Como un bastón. O, tal vez, durmieron de tal manera que debían tener una manera de erguirse de nuevo. Otros paleontólogos creen que los brazos se usaban para agarrar presas que se retorcían antes de ser despachadas. Steven Stanley, de la Universidad de Hawái en Manoa, señalaba que eran como garras, capaces de acuchillar a las presas e infligir heridas mortales a las presas.
Sin embargo, la hipótesis que más peso ha cobrado aparte de para evitar su amputación accidental es la relacionada con el crecimiento alométrico. Esto es la evolución desigual de los órganos de un animal. Ese ritmo desparejo del cuerpo lo vemos en los propios humanos y la mayoría de vertebrados. Las extremidades de los bebés, por ejemplo, crecen en mayor tamaño que la cabeza, que ya suele ser bastante grande al nacer.
Por último, hay quien sostiene que son vestigiales: un remanente evolutivo. Los brazos simplemente ya no eran necesarios, como las alas de las aves no voladoras de hoy, como avestruces y emús. Tal y como se comenta en este artículo de National Geographic, en ocasiones, la evolución trabaja por sustracción. Se va despojando de cosas, no agregando. Los organismos más antiguos tenían más segmentos, por lo que hay una constante pérdida de elementos. Es decir, si un organismo siendo simple sobrevive a su entorno, perdura. Sin embargo, ninguna de estas teorías y especulaciones parece haber sido completamente probada.