En 2016, mientras estudiaban la mina canadiense de Timmins, un equipo geólogos de la Universidad de Toronto se encontró con algo. Oculta a casi tres kilómetros de profundidad, acababan de darse de bruces con una reserva de agua. Todo parecía indicar que era un hallazgo histórico: podía ser una de las reservas de agua más antiguas que habíamos encontrado.
En ese momento, la arqueóloga Barbara Sherwood Lollar hizo lo que se espera de una especialista internacional en el asunto: mojó la punta del dedo y se lo metió en la boca.
La historia reciente del agua profunda. Según parece, los primeros mineros que llegaron lo suficientemente lejos como para encontrarse con aguas profundas lo hicieron en el siglo XIX. Para la década de 1880 ya había bibliografía sobre el tema en el mundillo de la ingeniería de minas. Los científicos que estudian el agua, en cambio, no se dieron por aludidos.
Hasta hace muy poco, de hecho, sabíamos que había minas en Canadá, Sudáfrica y Finlandia con “problemas” de aguas profundas, pero nadie los había estudiado con detenimiento. Uno de los primeros equipos de investigación en hacerlo era, de hecho, el de Lollar.
En los últimos años, han descubierto muchas cosas. Han descubierto, por ejemplo, que aislados del mundo, en esos yacimientos el agua está permanentemente reaccionando químicamente con las rocas que los rodean y contienen. Y eso, paradójicamente, era una noticia tremenda.
Lo que ocultan las aguas… En una mina sudafricana, el equipo de Lollar encontró un yacimiento con aguas de decenas de millones de años… ¡Con comunidades microbianas! Allí, a 2700 metros de profundidad las bacterias sobrevivían gracias al hidrógeno que ‘conseguía’ ela gua de su interacción con la roca.
Con esto en mente, volvieron a la mina de Timmins con las expectativas por todo lo alto. En ese contexto, Lollar probó el agua.
No es tan raro. “Si eres un geólogo que trabaja con rocas, probablemente hayas lamido muchas rocas”, explicaba Lollar. Y geólogo o no, bien puede ser cierto. Contaba Antonio Martínez Ron que Alexander von Humboldt probaba el agua de los distintos ríos sudamericanos “como un entendido en vinos” y Robert Hooke, pionero del microscopio, no dudaba en lamer el orín de los animales para entender su composición.
William Buckland, el primer catedrático de zoología de Oxford, se comía los animales que morían en el zoológico de Londres y, por lo que cuentan algunos arqueólogos, es (o era) relativamente habitual probar algunas cosas para ver qué era lo que tenían entre manos.
2600 millones de años. Aunque, claro, en este caso estamos hablando un agua de 2600 millones. Y es un tema de estudio apasionante porque, como señalaba Chris Ballentine, profesor de geoquímica de la Universidad de Manchester en la CNN, nos abre la puerta a que podamos encontrar vida incluso en planetas que hace mucho tiempo que se volvieron estériles.
“En algún lugar como Marte, cualquier vida que se haya formado podría haber encontrado su camino hacia bolsas de agua similares en la corteza marciana, y nuestro trabajo muestra que estas bolsas de agua pueden sobrevivir y proporcionar un lugar para que la vida haya sobrevivido mucho después de la extinción”, decía.
Y, en ese sentido, el agua rica en sulfatos de la mina de Timmins porque son la “huella dactilar” de la presencia de vida en tiempos geológicamente recientes. Vamos en el buen camino para aprender alguno de los misterios más antiguos d ela vida en la tierra.
Pero, un momento… ¿Cómo estaba el agua Que la vida en Marte está muy bien, pero el sabor es lo que realmente nos interesa. Según Lollar, el agua estaba “muy salada y amarga, mucho más salada que el agua de mar”. Es decir, “tenía un sabor horrible”.
Imagen | Universidad de Toronto
– La noticia Una geóloga se encontró con agua de 2.600 millones de años. Acto seguido, se la bebió fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .