Hace poco más de los meses la NASA recuperaba la cápsula que traía a la Tierra restos del asteroide Bennu, recogidos por la misión OSIRIS-REx. Al abrir la cápsula los responsables de la misión descubrieron una gran cantidad de material en los compartimentos debidamente sellados del asteroide. Ahora los científicos comienzan a analizar estas muestras.
Hace 4.500 millones de años… La edad de Bennu es clave a la hora de entender por qué es tan importante. El asteroide podría ser casi tan antiguo como nuestro sistema solar, más de 4.500 millones de años.
Durante todo este tiempo esta roca gigante habría estado surcando el vacío espacial sin sufrir cambios como los que afectan a piedras y minerales aquí en la Tierra. Esto hace que Bennu sea una cápsula del tiempo que nos muestra cómo eran los asteroides de nuestro sistema solar en sus etapas primigenias.
Esto es importante porque es probable que fueran asteroides como Bennu los que permitieron que a la Tierra llegaran compuestos clave para la aparición de la vida, desde el agua hasta moléculas orgánicas. El asteroide puede tener la clave para entender cómo apareció la vida en nuestro planeta.
Por ahora, todo encaja. Los primeros análisis realizados por los equipos de la NASA de los materiales que componen este asteroide nos muestran dos elementos clave. Uno es un elemento propiamente dicho: el carbono. El carbono representa aproximadamente el 5% de la masa de la muestra y parte de él forma moléculas orgánicas.
El segundo elemento clave es en realidad una molécula: agua. Las primeras pesquisas mostraron materiales arcillosos en la muestra. Estos materiales son capaces de atrapar las moléculas de agua, y este sería el caso en este asteroide según explicaba hace unas semanas la propia agencia espacial.
Primera muestra en Europa. Pero ahora es el turno de que otros equipos de investigadores se pongan manos a la obra y comiencen el (previsiblemente largo) proceso de estudiar las muestras. Una de ellas ha llegado recientemente al Museo de Historia Natural (NHM) en Londres. Se trata de 100 miligramos de material, “una cucharadita de materia [que] guarda pistas de la formación de los planetas y de nuestro sistema solar,” explicaba el museo en una nota de prensa.
“Hemos estado esperando siete años para que esta muestra regresara a la Tierra, así que es muy emocionante para nosotros el tener ahora algo de ella en el Museo de Historia Natural,” añadía en la nota Sara Russell, quien liderará el equipo británico que analizará esta muestra. “Este material (…) nos mantendrá atareados por años mientras estudiamos cada mínimo grano para entender su composición y estructura y ver que secretos podemos desentrañar.”
Hermetismo obligado. La muestra se conserva herméticamente sellada en una caja de guantes de nitrógeno para evitar cualquier forma de contaminación. Esta pulcritud es imprescindible si queremos aprovechar el potencial de estas muestras.
A lo largo de la historia hemos descubierto en nuestro planeta incontables muestras de asteroides en los meteoritos que nos alcanzan de cuando en cuando. Aunque gracias a estas rocas hemos descubierto muchos aspectos del espacio que nos rodea no dejan de ser muestras contaminadas por la fricción atmosférica y por el contacto con los elementos.
Nuestra capacidad para mantener estas muestras a salvo de contaminantes será quizás un buen entrenamiento para cuando lleguen a la Tierra las primeras muestras de otro planeta. Aún queda mucho para eso, tanto que ni siquiera sabemos quienes serán los encargados de traer esta futura muestra.
Medio mundo a la espera. Entretanto, los científicos de la NASA siguen trabajando en la muestra principal, que se encuentra en la División ARES (Astromaterials Research and Exploration Science) en el Johnson Space Center en Houston, Texas.
El reparto. La agencia será la encargada de hacer llegar pequeñas muestras como la que ha llegado al NHM londinense a los distintos laboratorios adscritos a este proyecto de investigación. 200 investigadores de 35 instituciones internacionales podrán investigar con el 25% de la muestra recogida, explican desde Space.com.
La Agencia Espacial Canadiense será una de las que se lleve un mayor “pellizco”: un 4% de la muestra. El motivo es la contribución de los canadienses a la instrumentación de la nave OSIRIS-REx.
La agencia japonesa JAXA se llevará un 0,5% de la muestra. Un quid pro quo si tenemos en cuenta que los japoneses compartieron en 2020 parte de su muestra recogida en el asteroide Ryugu con la NASA. La NASA guardará otro 70% de la muestra para ser estudiada en el futuro cuando se cuenten con mejores herramientas.
Bennu. A día de hoy Bennu se encuentra a casi 120 millones de km, un 80% de la distancia que separa a nuestro planeta del Sol (es decir, 0,8 unidades astronómicas). Las órbitas de estos cuerpos hacen que cada cinco años, aproximadamente Bennu se acerque a nuestro planeta. Será en en 2060 cuando el asteroide se acerque más a nosotros en el presente siglo, pasando a algo menos de 750.000 km.
Por pasos como este, Bennu es un asteroide potencialmente peligroso para la Tierra, con una probabilidad de 0,057% (o una entre 1.800) de que impacte con nuestro planeta en los próximos 270 años. El acercamiento más peligroso será en que realice en el año 2182, cuando la probabilidad de choque será del 0,037 (o una entre 2.700).
Imagen | Natural History Museum / NASA
– La noticia Las primeras muestras de Bennu ya han llegado a Europa. Y con ellas una esperanza: comprender el origen de la vida fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .