La producción de plásticos ha crecido de forma exponencial a lo largo de los últimos 70 años. Es por eso que no nos resulte extraño que los microplásticos aparezcan cada vez con más frecuencia en nuestro entorno y cada vez en lugares más insospechados. El último de ellos, una cueva cerrada al público desde 1993.
30 años después. Un equipo de investigadoras ha descubierto microplásticos en las profundidades de una cueva del estado de Missouri, en Estados Unidos. Lo sorprendente del hallazgo es que esta cueva había permanecido cerrada al acceso humano durante las últimas tres décadas.
9,2 piezas por litro de agua. La cueva de Cliff llevaba desde 1993 cerrada al público, un hecho que, según pudo comprobar un equipo de investigadoras no impidió la llegada de microplásticos a su interior. Los análisis revelaron una concentración media de microplásticos de 9,2 piezas por litro de agua en las cuevas.
Los microplásticos estaban presentes en diversos lugares de la cueva, pero los lugares cercanos a la entrada y los sedimentos fueron los sitios donde el equipo encontró mayores concetraciones. De hecho, el 99% de los microplásticos fueron hallados en los sedimentos.
Así lo señala en una nota de prensa Elizabeth Hasenmueller, miembro del equipo responsable de la investigación: “el 99% de los restos de microplásticos que encontramos en la cueva estaba conservado en el sedimento; solo una fracción muy pequeña del plástico estaba en el agua.”
¿Cómo es posible? Hasenmueller y su equipo han publicado los detalles de su investigación en dos artículos en sendas revistas científicas. El primero en agosto en Water Research y el segundo a comienzos de mes en Science of The Total Environment.
Tal y como explican los investigadoras, los restos plásticos irían acumulándose en la entrada de la cueva procedentes de zonas pobladas aledañas. Pequeñas inundaciones habrían sido las responsables de hacer que los microplásticos de la entrada entraran en zonas más profundas de la cueva. Una vez ahí habrían ido poco a poco depositándose en el fondo junto con otros sedimentos.
De la superficie al subsuelo. Esta investigación es una de las pocas realizadas enfocándose en el subsuelo en lugar de la superficie, y es que éste es un fenómeno que se ha asociado tradicionalmente a aguas superficiales, desde los océanos a los ríos y lagos.
Sin embargo, explica Hasenmueller, “una de las áreas más infraestudiadas en este campo se relaciona con lo que ocurre debajo de la superficie en términos de contaminación microplástica. (…) Durante los últimos años, mi equipo de investigación se ha enfocado en tratar de entender la prevalencia y el transporte del microplástico en estos ambientes subterráneos.”
Un problema creciente. Los microplásticos son pequeñas piezas de plástico de diverso origen con un tamaño inferior a los 5 milímetros. Durante los últimos años hemos comenzado a ser conscientes de su ubicuidad.
No sólo los hemos encontrado en el agua que bebemos, incluso se han detectado en el agua de lluvia y en distintas especies animales como peces y, por supuesto, seres humanos. Desconocemos los efectos de esta contaminación en nuestra salud y en el medio ambiente, pero la preocupación avanza con los nuevos hallazgos.
Del subsuelo a la superficie. Podríamos pensar que la aparición de estos plásticos en una cueva no debería preocuparnos. Podría parecer que la naturaleza está “enterrando” el problema. Nada más lejos de la realidad.
Las aguas subterráneas como las de la cueva Cliff alcanzan a menudo acuíferos. Los acuíferos son una de las fuentes de agua dulce claves en muchas regiones del mundo, desde Estados Unidos hasta la península Ibérica. Estos acuíferos se utilizan para el consumo humano y en agricultura, con lo que estos microplásticos pueden volver a nosotros con relativa facilidad.
A esto hay que añadir que las cuevas no son ecosistemas independientes. La contaminación en estos lugares puede afectar a la vida que habita en ellos, desde pequeños reptiles hasta mamíferos como los murciélagos.
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– La noticia Hemos encontrado microplásticos en una cueva aislada de todo contacto humano durante 30 años. Es una mala señal fue publicada originalmente en Xataka por Pablo Martínez-Juarez .